viernes, 26 de enero de 2018

LA VIDA SOMBRÍA DEL GRAN MAESTRO DEL ESPANTO



El pasado 16 de enero, en el blog y revista digital Yorokobu, un espacio dedicado a la innovación, la inspiración, las tendencias, la sostenibilidad o las aventuras de los emprendedores. En definitiva, la creatividad y todo lo que nos haga aprender y pasarlo bien y vinculado al periódico digital español eldiario.es, fundado en 2012, apareció una entrega de la sección Folletín Ilustrado, dedicado a la vida de Lovecraft bajo el título de La vida sombría del gran maestro del espanto. Con textos de Mar Abad y las ilustraciones de Buba Viedma, se trata de un resumen visual de la biografía de Lovecraft, en el que podemos ver los principales elementos de su vida (su amor por la noche, su racismo, su precocidad literaria, su gusto por el terror y lo sobrenatural, su deseo pro ser y parecer un caballero inglés...). Bajo estas líneas os dejo el texto completo que podéis leer en este enlace:
H. P. Lovecraft (1890-1937) escribió sus relatos de terror con dos dedos. Las pulsaciones de sus índices sobre una máquina de escribir construyeron sus historias tétricas en criptas, sótanos, túneles, pasadizos y cámaras subterráneas.
La oscuridad era el lugar preferido del escritor de Providence (EEUU). Amaba la noche porque, cuando era niño, su abuelo lo llevaba a pasear por la negrura de la casa para quitarle el miedo.
Pero a la vez le contaba historias macabras. Whipple Phillips era un apasionado de la literatura sobrenatural y el niño heredó ese gusto por lo fantasmagórico.
De mayor, Lovecraft escribía de noche y si tenía que trabajar de día, cerraba las ventanas y encendía una luz. La negritud lo protegía. La ausencia de claridad escondía un rostro que detestaba. Su madre, cuando aún era muy pequeño, le advirtió que era feo y él, el resto de su vida, pensó: «¿Cómo podría una mujer enamorarse de una cara como la mía?».
 Fue un niño precoz. Empezó a leer a los tres años y escribió a los cuatro. Tenía una memoria prodigiosa, una voz gritona y un puñado de tics nerviosos.
De adulto, evitaba el sol y las lorzas. Pensaba que la delgadez y la palidez eran aristocráticas. Igual que su acento inglés pomposo.
Los dedos del gran maestro del horror sobrenatural nunca alzaron una copa. No temía a los fantasmas pero desconfiaba de los humanos. De los extranjeros y de los que acudían al bar. Decía que el alcohol llevaba a la decadencia de la civilización. Por eso fue abstemio y siempre presumió de ello.
«No veo que el alcohol haga otra cosa que embrutecer, bestializar y degradar», decía, convencido, en un mundo de hombres atados a copas de vino y jarras de cerveza.

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